Amaneceres veraniegos

Una de las cosas que más me gusta del verano es madrugar.
Vale, no siempre lo consigo.
Aunque siempre lo intento.
¿Sabes por qué?

Muy sencillo.
Es una pausa. Con mayúsculas.
Ese ratico de silencio es un momento mágico.
Siento calma antes de ver salir el sol.
Hay confianza y esperanza en torno al amanecer.

Y cuando no puedo tomar esos primeros rayos de sol, entonces busco los últimos del día.
Es como poner en hora tus relojes internos. Los del cuerpo, la mente y el alma.

Me parece un milagro. Maravillas que vivimos cada día.
Sentir ese instante. Comienza la jornada. Estar presente cuando termina. Incluso sin ver el sol. Aunque sea sin mirarlo. Date cuenta. Piénsalo.

Los hay que toman su café. Como yo. Que también escribo y pienso en el día.
Otros gustan de realizar ejercicios. Con el cuerpo y con los ojos.
Mirando al sol o al lado. Parpadean. Fijan la mirada y descansan…
La verdad es que es una de las mejores maneras de sentirme bien de manera instantánea.
Mirando amaneceres y atardeceres.

Es un gesto importante. Para mí. Para mi salud.
Sé que parece algo místico. Una antoñada de las mías. Y lo es.
Es mi visión particular. Mi propia experiencia del bienestar. La comparto contigo por aquí.

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P. D. 1 – No sufras por los rayos del sol. A esas horas puedes mirarlo directamente. No te va a dañar. Más bien todo lo contrario.

P. D. 2 – Uno de mis proyectos es un librico recopilatorio de actitudes y cuidados para estar mejor. Apúntate a mi lista de correo y te iré contando cómo va:
https://antonreina.activehosted.com/f/1

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