Ayer una compañera se quitó la vida.
No la conocía directamente. Tampoco me importa cómo lo hizo.
Yo lo que me pregunto es con qué reflexión me quedo.
Qué nos puede enseñar algo tan doloroso.
Si es que de ahí se puede aprender algo.
Pensamos que es una desgracia.
Pero cuando un planeta explota tal vez no sea el fin.
¿Y si fuera como una semilla que se abre?
¿Y si nos pudiera abrir a nuevas perspectivas vitales?
Cuánto sufrirá alguien que termina por suicidarse. Me lo pregunto porque percibo cierta tendencia a culparles.
Culpamos a los que sufren porque no piden ayuda.
Les culpamos porque no tuvieron suficiente paciencia.
Como si tuviéramos la razón en todo lo que creemos.
Y sin embargo la vida es mucho más que tu esquema mental.
Todas tus creencias sobre el bien y el mal podrían ser falsas.
Hay dolor y placer. Todo a la vez. Cada día.
Hay consciencia e inconsciencia. Simultáneas.
Sensaciones e ideas que vienen de fuera.
Sensaciones e ideas que vienen de dentro.
Tal vez lo más difícil sea eso.
Aprender a cambiar de opinión.
A mirarlo todo de otras maneras.
¿Cómo si no esperamos ser felices o estar bien?
¿Es que es más fácil compadecerte y no mover ficha?
¿Por qué siempre lo llaman autoayuda? Suele tener mala prensa.
Si muchas veces es Autocuidado. Un concepto muy enfermero, por cierto.
P. D. – Otro de mis proyectos en barbecho es una recopilación de reflexiones personales. Va de filosofía, enfermería, higiene, antoñadas… sobre cómo producir más felicidad y bienestar en tu vida diaria. Ya te contaré.