Dices tú de madrugar.
Todo es relativo.
Incluso una misma hora.
Cuando entro al trabajo. Cuando salgo de trabajar.
Entrante de guardia.
Saliente de guardia. Siempre es por la mañana.
A una hora similar.
Suelo entrar a las 7 y poco.
Suelo salir a las 8 y poco.
Entrando, empieza el día.
Saliendo, termina la noche.
Entro con humedad.
Calles húmedas del rocío de la mañana y de los servicios de limpieza de la ciudad.
Salgo con humo.
Mucha gente fumando por la mañana y muchos coches también ahumando el ambiente urbano.
Entro cantando.
Empieza el día.
Con sonido de pájaros matutinos cantando en los parques y árboles de mi camino.
Salgo penando.
Termina la jornada.
Con las luces y la actividad de la ciudad, vuelvo a casa paseando y pensando en descansar.
Paradas de bus con unos pocos que madrugan mucho o vuelven de fiesta.
Autobuses repletos de gente con mascarilla que van al trabajo.
Olor a jazmín y rocío.
Olor a café y churros.
Poca gente, todos mirando su móvil por la calle.
Mucha gente, todos mirando su móvil por la calle.
Voy con ganas.
Llevo las pilas cargadas.
Vengo satisfecho.
Con la batería baja.
Voy pensando en cómo será el día.
Vengo pensando en cómo ha sido la guardia.
Voy esperando lo inesperado.
Vuelvo esperando haber mejorado.
Yendo, procuro una buena actitud para mi servicio.
Viniendo, procuro cultivar mi vida creativa.
Entrando me pongo en modo enfermero del cero. Me toca hacer lo mejor que sepa con lo que tenga en ese momento.
Saliendo me pongo en modo artista reflexivo. Me toca cuidarme y dejarme aprender, para expresar mis antoñadas.
Hago lo que puedo con lo que tengo.
Deshago lo que puedo con lo que soy.
Es como viajar.
Pero en el tiempo.
Viviendo.
Imaginas.
Te mueves.
Te escapas.
Eterno ahora.
Mirando atrás.
Mirando adelante.
¡Propicios días!
–
Maravillosa reflexión