Dices tú de las guerras.
Maemía.

Lo pienso y me estremezco.
Soy así de sensible.
Con las cosas del mundo, digo.

¿La violencia?
¿Las guerras?

Me llevan a pensar en la paz.
En la paz que tengo en mi vida.
Que supongo es sobre la que tengo voz y algo de voto.
Desde un punto de vida cognitivo.
Intentando soltar mi mente.
Buscando tranquilidad.
Vivir el tiempo.
Consciente.

¿Vives en paz?
Si vivimos en paz es porque lo comparamos con la guerra.

Pero me temo que hay otros detonantes que no dejan vivir totalmente en paz.

¿Vivo en paz?
Es lo que me propongo.
Aunque dudo de si es necesario preguntarme eso.
Hay decisiones que me pueden aliviar o complicar la vida.

¿Que cómo lo hago?

La clave está en descartar.
Escoger sobre qué pensar.
Priorizar con los valores de vida, esos que dicen.

¿En qué me concentro?
¿A qué le dedico más energía?

Y otra clave dicen que es dejar marchar.
Estar dispuesto a perder o transformarme.
Dejarme vivir y dejarme morir.
Dejar que otros vivan y otros mueran.
Porque nada permanece.

Me dispongo a perderlo todo.
Pensar en eso me ayuda.
Me prepara y dispone.

Me preparo para soltar.
Lo inútil. Lo peligroso. Lo absurdo.
Descarto. Me alejo. Razono.
Intento razonar razonablemente.
No sé hasta dónde vale eso.

¿Qué necesito y qué prefiero?
Digo de verdad. En serio.
Es duro, pero tú lo puedes diferenciar.
Querer o amar.
Atrapamiento o atrapacierto.
Adicción o elección.
Dictadura o aceptación.

Aunque el corazón me arrastre, intento razonar.
Que para eso mi mente puede pensar sobre sí.
Y si cambio lo que pienso, tal vez pueda cambiar lo que hago.
Y así cambiará cómo vivo la paz, por ejemplo, en mi vida.

¿Y si no puedo decidir sobre lo que siento, pero sí sobre lo que pienso?

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P. D. – Que tengas un pacífico y beligerante día.
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