¿Tienes coche?
¿Conduces?
En realidad eso no importa.
No sé si conduces. Da igual.
Lo que cuenta es la idea de hoy. A ver qué te parece.
Me sigue sorprendiendo la actitud del ser humano en casi todos los aspectos y circunstancias de la vida.
Una parte de mi acepta que somos rebaño. Tropezando entre nosotros e intentando sacar la cabeza para respirar. Para comer, trabajar, comprar, aparcar, aparearse y más o menos para vivir. Para sobrevivir.
Otra parte de mi se reconoce libre. Pero no en el sentido de hacer lo que quiera. Que es lo que nos han hecho creer. La libertad yo la entiendo como la libertad de pensar y sentir. La posibilidad de decidir cómo me tomo las cosas que me pasan cada día. En qué medida dejo que me afecten las circunstancias que me rodean.
Eso es lo que me hace odiar a la gente y amarla a la vez. Apreciarla y rechazarla al mismo tiempo. Amodio al ser humano. Lo reconozco. También me avergüenza reconocerlo y decirlo.
Hay una parte genética que me define y otra circunstancial que también me define. Y las dos forman parte de lo que soy y de cómo me tomo las cosas, la gente y la vida en general. Y lo de aparcar de cualquier manera en particular.
No sé si conduces ni cómo conduces. No sé cómo vas aparcando por ahí. Lo que sí sé seguro es una cosa. Hay algo que tengo muy claro. ¿Te lo digo?
Aparcarás igual.
Vas a seguir aparcando como te dé la real gana. Como te salga de los genes y de las ganas. No importa lo que te diga nadie. Solamente cambiarás por decisión propia y consciente o por alguna experiencia que te conmueva lo suficiente.
Y tengo que aceptarlo.
O patalear.
O resignarme.
O denunciarlo.
O enfadarme con el mundo, porque otros me parezcan más incívicos. Como si ser más respetuoso me hiciera mejor que otros, ¿verdad?
Solamente depende de mí y de mi propia manera de vivir la experiencia.
P. D. – Para más reflexiones y antoñadas así hay quien se apunta a mi lista privada. Ya me da igual ser más o menos cargante escribiendo todos los días. Un saludo.
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