Me gusta la playa.
Durante todo el año.
También la montaña.
Pero un poco menos.
El sol y la sal me dan mucha vida.
El sol y la sal me parecen algo especial.
Espacio abierto. Mirada al horizonte.
El mar que se funde con el cielo.
Siempre que puedo, voy a la playa.
Solo o en familia. Cada plan tiene lo suyo.
¿Te digo qué?
El otro día íbamos en el coche.
Pasábamos cerca de unas salinas.
Yo explicaba a mi retoño la evaporación del agua de mar, para obtener sal con el sol.
¿Y te digo qué?
Lo entendió a la primera.
Y en esa conversación, yo mismo me di cuenta de lo valiosa que es la sal. Pero la sal buena. La que no está refinada ni lleva antiaglomerante. Digo la sal gruesa o en escamas. Esa que es más natural, de verdad. Y no le añaden yodo, potasio o lo que sea, para crear así otro producto diferente. A veces incluso hay sal sin sal. Que se dice pronto…
Tanto el sol como la sal pueden ser agresivos para el cuerpo. Sin embargo, lo que vengo a decirte es que los tomes con moderación. Pero sobre todo que los tomes con calidad.
Consume una buena sal marina sin refinar.
Tiene propiedades interesantes, más allá de lo que siempre se nos amenaza.
Y toma el sol con cuidado.
Ideal a primera y última hora del día. Ahí lo puedes mirar y contemplar. Es un alimento interesante para el cerebro, que funciona con electricidad. Y nuestro cuerpo es capaz de transformar la energía solar en otros tipos de energía también compatibles con la vida.
Toma el sol y la sal con moderación.
Déjate curar por ellos. Como los jamones.
Y si eres vegan, déjate curtir como los encurtidos.
P. D. – Otro día hablamos del agua de mar. Seguramente desde mi lista privada de correo: https://antonreina.activehosted.com/f/1