Llámalo estilo.
Llámalo clase.
Llámalo distinción.
Todo es relativo.
Aunque también hablo de moda y cultura. De costumbres y maneras de vivir que observo en esta época…
Ya no te distingue un traje con zapatillas. Ya no te distingue una camiseta pintoresca.
Ya no te distingue un corte de pelo llamativo.
Ya no se distingue fumar ni beber socialmente.
Ya no te distingue llevar ropa de marca.
Ya no te distingue hacer un desnudo.
Ya no te distingue ser moderno o clásico.
Ya no te distingue nada y al mismo tiempo te distingue todo.
Lo único que me convence cada vez más es una cosa.
Una sola cosa.
En los demás y en mí mismo.
¿Te digo qué?
La integridad.
La coherencia.
La coherencia del aspecto con las maneras. La consistencia de la imagen con la conducta. La integridad de valores, creencias, pensamientos, palabras y acciones de una persona o grupo de gente. Asociaciones, empresas, corporaciones…
El poder de alinear todo lo que pareces con cómo te comportas. ¿Lo has observado? Es una cualidad muy valiosa. Y si observas con más detalle, menos escasa de lo que en un principio pueda parecer.
Tremendo ejercicio de autocrítica y distinción.
¿Te atreves?
Puedes diferenciarte cultivando la coherencia y congruencia. Porque la escasez de valores y el exceso de individualidad nos está desconectando de lo auténtico. Eso que te distingue de verdad. Para bien y desde la verdad.
Pasa un buen día, distinguida cabeza pensante 😉
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P. D. – Gracias por tu atención. Todavía no he dado el paso desde escribir a diario en mi blog hacia escribirle a diario a mi lista de correo privada. Ya veremos, que decían dos ciegos…
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👌sigue escribiendo.nunca pares