¿Un cuento?
Sí, es que estoy de prácticas.
Siempre estoy de prácticas.
Estoy aprendiendo a contar cuentos.
A ver qué me sale.
Así, sin calentar.
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Érase una vez un enfermero padre de familia con inquietudes artísticas.
Todos los días cumplía con sus responsabilidades domésticas y profesionales.
Pero siempre sentía cierta insatisfacción que no sabía cómo calmar.
Un día, decidió hacer algo más por sí mismo y empezó a escribir.
Como eso ya lo hacía de vez en cuando, se propuso publicar sin parar.
Aquello en sí, aunque era muy simple de llevar a cabo, lo enfrentaba a tantos miedos que le hacía sentirse vivo.
Y poco a poco fue asentando un hábito diario. El de compartir esas ideas que siempre fluían por su cabeza. Esas que aparecían cada vez que leía algo interesante o investigaba sobre casi cualquier tema.
Finalmente se dio cuenta de una cosa.
Aquel gesto no era más que una pequeña gran parte de su bienestar. Un requisito para mantenerse vivo. Un paso adelante necesario en su vida.
Porque escribir le ayudaba a pensar. Lo mantenía consciente y alerta, en conexión con muchos mundos y muchas dimensiones. Era como mirarse al espejo y aceptar un vacío existencial de donde todo emana. Escribir era una llave para su bienestar, que le ayudaba a elaborar su propia narrativa personal.
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P. D. – Disfruta de tu propia historia.
Recuerda que eres mucho más que cada relato que te cuentas. Tienes infinitos mundos existiendo al mismo tiempo, formando parte de tu vida. Escribir es una herramienta para el ser. Como casi todo empieza, se anuda y se desenreda; intentar contarlo es uno de los trucos para deshacer nudos. Te lo recomiendo.
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