Dices tú de la ciudad.
Se vive bien.

Aunque yo los quitaría.
Los semáforos, digo.

Todos.

Ya lo habré contado.
Lo que pienso de ellos.
Casa vez que los miro.
Sufro cuando los veo.

¿Vas visto a la gente?

Mira cómo se comportan cuando llegan a un semáforo.

Eso indica cómo están. Indica cómo viven muchos en la ciudad. El cómo reaccionan ante las señales indica su estado de ánimo. A mí me lo parece.

Si está rojo se enfadan y si está verde se aceleran.

Semáforo en rojo.

¿Qué piensan?
_Mal.
Piensan que es un obstáculo. Un incordio. Algo que entorpece y enlentece su camino.
_Muy mal. Tengo que esperar.

Semáforo en verde.

¿Qué piensan?
_Mal.
Piensan que no van a llegar. Se apresuran. Es motivo de agobio, prisa y aceleración.
_Muy mal. Tengo que llegar antes de que cambie.

Incluso el ámbar.
_Precaución.
Genera inseguridad, indecisión, alerta ante la situación… ¿Avanzo o no puedo?

Y así.

Así se nos pasa la vida, con preocupación y ansiedad generalizadas. Intentando subir a un tren que no se para.

_ ¿Y qué?
Imagino que dirás.

¿Acaso vengo a llorar penas?

Pues no.

Te lo cuento para recordarme que no se puede parar. Ni la vida te espera, como el ritmo de la ciudad. Ni la mente se detiene, porque nunca dejas de pensar.

Solamente me consuela respirar. Mirar para adentro en rojo y caminar más despacio en verde. Incluso busco parar. Detener mi camino unos segundos. Alzando la vista, estirando los ojos hacia el cielo. Como estudiando si va a llover. Disimulando. Simulando que busco pájaros. Imaginando que busco nubes o estrellas. Sol, luna, aviones, edificios, árboles, carteles o cualquier otra excusa.

El caso es mirar para otro lado. Tomarme un momento para ver diferente. Atender a otros aspectos del mismo instante. Ir más allá del espacio que se repite mecánicamente.

¿Lo has probado?

P. D. – En mi caso sigo pensando en maneras de mirar a mi lista privada de correo. https://antonreina.activehosted.com/f/1